Te vistes de mar
y borras con tu brisa la sal de mis ojos.
Serena costa
donde naufraga el arrepentimiento.
La distancia no
para de dar arañazos en la fachada de mi tesón.
Le pido al sol
que se haga noche para no dejar de soñarte.
Por más lejos que
vaya
no tengo
vacaciones de ti.
Inundas los dos
hemisferios de mi cerebro.
Despierto y me
refrescan sin piedad las olas del recuerdo.
Los días que nos
separan se miden en arenas movedizas.
Resiste
acurrucada mi esperanza tras las ruinas de mi ansia.
Algún día tu mirada
la rescatará con mimo.
Por más segundos
que pasen
el reloj nunca
saldará la deuda.
Me debe todo el
tiempo dedicado a separarnos.