De repente, el
orgullo te salpica.
No es tan fácil
secarse con la toalla del adiós.
Siempre quedan
las gotas
de charcos
traicioneros
ansiosos de cruzarse
en el camino como señales escondidas.
Déjate empapar
por la evidencia
y ten paciencia
suficiente
para esperar al
sol.
Sin darte cuenta,
te habla la nostalgia.
Te vende su
discurso envenenado con su compadre el alcohol.
Dales lumbre y
mesa
y algo de calor
hasta que
encuentren hospedaje en ojeras más sedientas.
Abraza el reloj
que marca los
pasos
hasta que deje de
arrastrarte y os fundáis
en la hoguera de un
abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario