Salpicaduras

Gritas, antorcha en mano,

avisando del incendio

mientras tratas de escabullirte

tras su cortina de humo.

Guía tu camino

un reguero de pólvora

como siniestra rúbrica

de tu cobardía.

Escupes errores ajenos

amparado en tu soberbia

sin querer reconocer el carácter infeccioso

de las salpicaduras de tu discurso.

Paladas

Te aseguras con tus paladas de palabras

dar sepultura a la confianza que nunca tuviste.

No te pesaron ni el dolor del velatorio

ni el silencio del cementerio.

Cavaste orgulloso, empujado por la ceguera

de quien solo mira hacia delante.

Cuando nos hayamos marchado

todo el peso de la losa caerá encima de ti.

Aunque hayas soportado al mundo sobre tus hombros

te resultará imposible sujetar el vacío que has cavado.

Diezmo

La rentabilidad que otorga

el diezmo de sangre

basta para sostener con apariencia sincera

un cúmulo de debilidades que se balancean

entre la nada y el vacío.

Aquellos que impunemente

sellaron sus ojos con vendas

antes de precipitarse con ínfulas de gallardía

por una ladera que solo prometía descenso

no estarán ahí para limpiar sus restos.

Cascarón

Siempre recordaremos las cicatrices

de las heridas causadas por el ácido filo

de los restos del cascarón.

Las lamimos sin remedio

encontrando en su salado gusto

una ansiada dulzura

que nos reconfortó de tanto daño.

Ahora que la libertad se ha desatado

jugamos a asfixiarnos

con su suave mordaza.

Nos balanceamos inconscientes

aspirando a salir indemnes

mientras el aire que nos rodea

huye de nuestras conciencias.

Bocanadas

Las dudas caminan solas,

tentando con su traicionero bastón

la forma novedosa de un entorno perenne y hosco

que se congela hasta convertir

cada paso en un desliz.

El ansía huye despavorido

sin darse cuenta de que la mascarilla

no tapa su boca sino sus ojos

mientras trata de acumular en su cerebro

bocanadas de un aire lleno de placebo.