Guarnición

Gotea la realidad en pequeñas dosis
servidas con guarnición de insidias.
Molestias que van conquistando
el oxígeno desparramado
por las turbias aceras de la desgracia.
 
Requiebros de soledades entretejidas
buscan un ovillo de pesares con los que jugar.
Encienden la lumbre baldía
donde calentar con saña
ponzoña para repartir con generosidad.

Vadear

Es muy fácil quemarse
cuando se remueven las cenizas del abismo
sin protegerse las manos
frente al ardor de recuerdos
que nunca dejarán de ser ascuas violentas.

Es muy sencillo asfixiarse
cuando se inhalan los vapores de porqués
sin cubrirse la cara
frente al veneno de errores
que nunca dejarán de supurar silencio.

Es muy probable ahogarse
cuando se vadean las aguas del remordimiento
sin resguardarse el alma
frente al torrente de equivocaciones
que nunca dejarán de helar la voluntad.

Insolentes

Los remordimientos se deslizan

arañando las sordas paredes

de los intestinos de marfil
donde se digieren las historias
que las bocas más insolentes
no se atreven a contar.

Llegarán pronto al depósito
en el que esperan mil heridas
para encontrar su lugar
entre pieles hechas trizas
por la mano del silencio
siempre dispuesta a sentenciar.

Intemperie

El ascenso del barro
construye muros de un adobe pantanoso
por los que resbalan los arañazos de los gritos
que tuvieron que emigrar de sus gargantas
para encontrar la calidez de la intemperie.

El descenso del caudal
drena el sentido de los discursos
en donde se ahogan palabras baldías
que salieron escupidas con elegancia
para dejar que respiraran los murmullos.

Fracción

Ojos embridados
por una fracción forzosa
que algún día se dejará desbocar
bajo la mano de caricias escondidas
tras reparos que se cansan de esperar.

Sonrisas cautivas
cuyo brillo se desborda por los filos
de un rostro tan ajeno a su verdad
como inconsciente es la pureza del reflejo
que absorbe con avaricia ese cristal.

Postor

Borrascas de lluvia perenne
desgastan los muros de paciencia,
erosionando en silencio
el grito al que dan de comer.
 
A punto de rebosar
las paredes del pozo invisible
en el que se almacena escondida
la rabia que busca un postor.
 
Los diques salen corriendo
ante los cantos de sirenas
que prometen recompensas
disfrazadas de ardientes venganzas.
 
Se ahogará la tempestad
contra su propio reflejo
anegando de bilis
el camino de huellas marchitas.

Maratones

Sísifo perdido en el sendero de las hiedras
buscando el motivo de su carga perenne.
Cielos que enrojecen de vergüenza malherida
en atardeceres que no pueden respirar.

Maratones de cristales y clavos
relucen en pérfidas alfombras rojas.
Odas a batallas en las que no hubo testigos,
solo víctimas caídas por azar.

Cosechas de grietas y sal
para un trueque sin beneficios.
Pisadas que se pierden en el lodo de la bruma,
nunca serán pasos hacia atrás.

Cuevas

Un mar de rabia naufraga
bajo las ruinas de la verdad.
Sabe que nadie puede encontrarlo allí
en el lugar donde debería haber recuerdo.
 
Se columpia ciega la vanidad
abrazada a las cenizas de un murmullo
que aún resuena omnipresente
en la mirada que no aprendió a alzarse.
 
Escondidos en cuevas intermitentes
sobreviven mil gritos huérfanos
perdidos en la senda embarrada
trazada por la traidora esperanza.

Descendimiento

Vías de cemento
seducen con su canto a las balas perdidas
hasta empujarlas sutilmente
contra precipicios escondidos entre brumas.
 
Velado reconocimiento
dentro de una urna que se extingue en la memoria
hasta desvanecerse
frente un muro de tenaces silencios.
 
Vívido descendimiento
hacia el pozo donde ahorraba todos los sueños perdidos
hasta amarrar su suerte
en el mástil del sendero que viaja a la deriva.

Huelga

Huelga de lunas llenas.
El cielo reclama al recuerdo
los perjuicios por un alba congelada
que ni siquiera el sol tardío podrá reparar.
 
Inundación de relojes rotos.
Las agujas se quedan clavadas
en el momento en el que fueron felices
sin darse cuenta de que quebraron sus raíces.
 
Sequía de noches en vela.
Los raíles de caminos extraviados
se retuercen en busca de un sentido
que hace tiempo que escapó de su mirada.

Panales

Hileras de circunstancias
viajan hacia los telúricos panales del devenir
sin saber si son fértiles o están marchitos.
 
Les espera la invisible burocracia
que se muestra implacable frente a la tenacidad
prendiendo cada paso que esta toma.
 
Conversan en el alba de la premura
aunque saben que utilizan lenguajes diferentes
en los que se hunden palabras ambiguas.
 
Carriles donde despeñarse
y renunciar a cualquier viso de horizonte
antes siquiera de poder abrir los ojos.

Locomotoras

Aferrados a los ejes bizcos
de locomotoras extraviadas
en un aire roto en mil pedazos
por zarpazos invisibles.
 
Surcamos vías convalecientes
tras los mordiscos de la incertidumbre,
esperando la lluvia que lacere
la piel que envuelve toda esta desidia.
 
Terminaremos por hundir los ojos
en espejismos pantanosos
donde buscar pepitas de esperanza
con las que sobornar a la rutina.

Riadas

Riadas de destinos inconexos
tratan de filtrar la cal de las heridas
mientras catan sinsabores recurrentes
con el fin de paladear la realidad.
 
Montañas de minutos insurrectos
brotan sobre ínsulas marchitas
soñando con parir bosques diferentes
donde respiren los esbirros del azar.
 
Cascadas de palabras musitadas
aspiran a encontrar sus salidas
donde lograr convertirse en torrentes
de razones que abriguen la verdad.

Hucha

¿Qué queda por hacer?
¿Qué queda por pensar?
Cuando se ha vaciado la hucha de los impulsos,
pedir ilusiones a préstamo
compensa la deuda arrastrada
tras los pasos perdidos.
 
¿Cuánto falta para llegar?
¿Cuánto resta para pararse?
Si se agotan las bocanadas de aire
robadas al cielo
el último recurso
es arroparse con la nada.

Pasajeras

Aterrizamos sin fe
en el lugar donde debían esperar nuestros sueños.
Tras varias llamadas
decidimos emprender el camino hacia la realidad.
 
Cruce de caminos
donde la única opción es perder el pasado.
Callejón sin salida
que nos lleva hacia un futuro por desmadejar.
 
Metas pasajeras
acaban perdiendo su vuelo en el último minuto.
Direcciones dormidas,
jamás terminan de despertar en el lugar correcto.

Barrizal

Libertad acotada por los hilos que se van deshilachando
de las tenues telarañas tejidas a base de dudas.
Es inútil tratar de sortear los obstáculos
si el siguiente paso solo es arena para el barrizal.
Surcan el cielo buitres con forma de aire
vigilando a quien se atreva a respirar.
 
Olvido pendular que se columpia sobre los años
en los que a los oídos ya no les convino escuchar
ecos de rabia rebotando sobre cambios
que siempre lograban ponerse su mejor disfraz.
Derramamiento de esperanzas agotadas
sobre la tierra que la sed prometió regar.

Timón

Cepas que no pueden escalar las murallas
que nos protegen del desgarro del olvido,
por más vino que riegue las ansias
de dejarlo todo atrás en un golpe de remo
ejecutado con torpeza por el ciego timón.
 
Gritos que no bastan para callar las llamaradas
que prenden de odio el camino a mañana,
por más agua que lloren las laderas
cuando por ellas se desliza la tormenta
a trompicones esquivando soledad.

Esquirlas

Esquirlas de fracaso
van saltando hacia tu piel
sin que todo tu trabajo
sirva de nada para evitar
que quemen y ensucien
el panteón donde yacen tus logros.
 
Partículas de mala suerte
duermen en el aire que tomas
con avariciosas bocanadas
tratando de resistir
frente a la incesante persecución
donde la derrota siempre es más fuerte.
 
Restos de lo que faltó
para alcanzar el Olimpo
rodean el árido terreno
donde te paraste a descansar
para recuperarte de la carrera
contra el victorioso olvido.

Cumbre

Despistados por la falta de claridad
en las noches estrelladas,
cuando al cielo le dio por faltar
a la cumbre donde se decidió
refugiarse en la nada.
 
Aturdidos por la intensidad
de susurros de rabia,
emitidos al borde del sol
el día en el que al calor
le faltaron las ganas.
 
Rebatidos por la saciedad
de hambres desterradas,
persiguiendo destellos de mar
tras la senda fugaz
de cada madrugada.

Antorchas

Fuego que se relame
esperando ansioso el banquete
de piel, esperanza y quejidos
tras el que poder marcharse a efectuar
la funesta digestión.

Antorchas portadas por verdugos
desnudos de toda sentencia
caminando por senderos enfangados
donde las huellas se hunden al paso
de su propia dignidad.

Daga

Dejarse rasgar la piel
por la daga que traerá la redención
empujada por brazos desconocidos
hasta inocular la fe extraviada
en caminos que mudan su disfraz.
 
Dejarse regar la sien
por brebajes elaborados con mimo
en medio de vaivenes y ladridos
hasta apagar el fuego latente
en veredas que aprendieron a pelear.

Barro

Tallada por las uñas del recuerdo
que se defienden de un silencio
harto de gritar su nombre
en noches donde la incomprensión
solo se tapa con rabia.
 
Esculpida por la mano de la ausencia
que se empeña en apretar la garganta
hasta hacerte respirar bilis
surgida de preguntas eternas
respondidas por las lágrimas.
 
Trazada por el férreo puño de la desgracia
que golpea con suerte caprichosa
hundiéndose en el barro del pecho
donde se erige el panteón invisible
en el que yace su fugaz sonrisa.

Altar

Velas que no encuentran viento
te miran a los ojos cada vez que los cierras
explicándote los porqués que nunca lograrás ver.
 
Calendario congelado,
víctima de una parálisis incurable
que os impide avanzar.
 
Grieta que no para de supurar
preguntas que escuecen en la garganta
hasta que encuentran el tibio alivio de las palabras.
 
Altar donde honrar al vacío
como muestra de permanente anhelo
por aquello que nunca estuvo.

Trilero

Trilero.
Pretendes ahogar el derrumbe
mostrándolo como dignidad,
la misma que siempre tuviste alquilada
al día siguiente.
 
Lacayo.
Tu ego inabarcable no basta
para encubrir el mar de vileza
con el que anegas sibilinamente
toda cuestión.
 
Mezquino.
Repartes semillas repletas
de agria bilis emponzoñada,
y pretendes que con ellas sembremos
tu futuro.

Rúbricas

Brazos quemados por palabras invisibles
bajo un sol al que siempre le dimos igual.
Miradas mendigando intereses dispersos,
desparramados por el yermo bulevar.
 
Rúbricas sellando el incierto contrato
que nos ata a un fracaso ocasional.
Nadie leerá los relatos que la rabia
escribe en la libreta de la soledad.
 
Mejor dejar hueco a las cortezas
que se han sabido engalanar.
Cuando se quiebren habrá mil astillas
en las que estará impresa la realidad.

Caminos circulares

Hacer descarrilar
con aire fresco y voluntad
los caminos circulares
a los que nos adhieren silenciosamente
las trampas que vamos tejiendo
entre rutinas esquivas.
 
Lograr remontar
las corrientes de agua turbia
que riegan las enredaderas
que nos atan a suelos de aspecto sólido
germinados astutamente
sobre tibias arenas movedizas.

Marejada

Demasiados mares que abordar
con apenas unas desmadejadas playas
como diques de contención
de una ola con eco engañoso.
 
Arrastraron con su fuerza, sin calcular,
los frutos de una marejada inerte
hasta devorarlos frente a quienes labraron
los campos que nacieron yermos.
 
Ahora solo hay ruinas que atesorar
en un testamento que nadie firma
porque todos están muy ocupados
redactando las siguientes fábulas.

Corrales

Forzada la puerta de los corrales
por la calculada desidia
de quien detesta el rebaño
huye la tromba de su propia huida
hacia el precipicio más atractivo.
 
Rociado el camino con aceite hirviendo
ardiente, resbaladizo e invisible,
no se sienten ni las quemaduras ni el dolor
cuando se trata de inmolarse
en cómodos plazos.

Caravanas

Viajan alzando la vista
en sus caravanas de silencio,
una detrás de otra,
reescriben la senda
trazada por huellas de olvido.

Avanzan sin un rumbo fijo
buscando oasis de tiempo
donde plantar hogares
de los que broten algún día
destinos en los que empadronarse.

Portazos

Portazos silenciosos
cuyo eco retumba insistente
tanto en el pasado como en el futuro,
sin que a veces esas ondas sonoras
nos dejen escuchar el mensaje del latido.
 
Espaldas señaladas
por el dedo de un recuerdo evanescente
a las que no les importa cargar con letanías
escritas por tiempos extraños
condenados a disiparse sin herencia.

Brotes

Sembraron brotes de relámpagos
entre los prados en pendiente
y en su parir quejumbroso
la tierra los fue bramando
en procesión lastimera.
 
Rodaron ladera abajo
hasta topar con las lindes
tras las que los precipicios
convencieron la noche
para ocultar sus desdichas.
 
Corrieron serenas nubes
a rebuscar sus entrañas
pero su atropellado ritmo
devoró sin proponérselo
la luz que sabía el secreto.

Calabozos

Miradas perdidas
buscando constelaciones
reventadas por la furia del silencio postergado.
 
Calabozos derruidos
por la mano de unas leyes
promulgadas ante el ansia de venganza irracional.
 
Buzones fundidos
bajo el fuego constante
avivado a cada instante por el recuerdo tenaz.
 
Primaveras alquiladas
a inquilinos invisibles
desinfectadas con tiento contra el ruido infinito.

Panteones

Olor a tierra alimentada
por lo que no sobrevivió al recuerdo.
Puñados que se desvanecen
como cenizas de un tiempo
tallado por las manos trúhanes de la intención.
 
La lluvia embarra,
solidifica y después limpia.
Arrastra los panteones espontáneos
hasta convertirlos en fosas comunes
donde se evaporan las páginas no escritas.

Parcelas

Fórmulas que se disipan
bajo un cielo perezoso
rodeado de un aura perpleja
frente a su propia nimiedad.
 
Bandadas de aire marchito
sobrevuelan un tiempo extraño
donde las horas discuten
con su propio frenesí.
 
Parcelas inmensas de nada
donde construir tardes ocres
en las que el mundo parece dormirse
al arrullo de la eternidad.

Engendrar

Engendrar
un vacío que nunca estará
pero que sigue creciendo
dentro de las cicatrices
selladas por el firme peso
de la rabia.
 
Avanzar
por un camino incierto
donde los pasos recuerdan
mientras los días a veces
se empeñan en mirar atrás
y no irse nunca.

Huerto

Hemos pintado con óxido
el espejo retrovisor
para que no se refleje aquel tiempo
en el que el engaño nos hizo creer
que todo valía.
 
Hemos rociado con gasolina
el ingenuo huerto
en el que fueron creciendo los miedos
germinados a base de sombras
que aún cubren nuestros pasos.
 
Hemos rasgado con saña
el tenaz documento
donde el horizonte estipuló
la cláusula por la cual vendría
solo cuando seamos sinceros.

Quebrado

Zarandeado por la resaca del silencio
amarro mi destino a un mástil quebrado
para que sea la tormenta quien decida
adonde lanzar mi decisión.
 
Escrutando algo de luz entre el vacío
en el que se ha instalado el hogar
donde habitan los recuerdos esparcidos
sobre la tierra yerma en la que nunca brotarán.

Monstruos

Los monstruos tienen una salud de hierro.
Se alimentan de los restos de vida
que se acumulan en los resquicios
que se forman bajo las grietas
talladas por nuestra inconsciencia.
 
Por eso vencen siempre,
porque saben que su rival
somos nosotros mismos
y exponemos nuestras debilidades
en las miradas nocturnas al techo.
 
La batalla está perdida
desde el momento en el que nos debatimos
entre pelear o asumir,
entre renegar o convivir,
sin percatarnos de que el proceso es el mismo.

Vasijas

Despedidas que se esconden
en un “ya veremos”,
tras un “vamos hablando”
o simplemente tras adioses desnudos.

Miradas que se hacen añicos
al chocar contra espaldas que se alejan,
frente a nucas que se pierden,
aplastadas bajo pasos perdidos.

Finales que se derraman
antes de que puedan ser atesorados
en las frágiles vasijas que los recuerdos
esculpen con sus manos afiladas.

Inmundicia

Llueven entre las grietas
restos de esperanzas agotadas
que se convertirán en inmundicia
bajo el sedimento del olvido.
 
Dejarán sus restos abandonados
para que los buitres rapiñen
y se irán a celebrar sin pudor
la frágil salud de su amor prefabricado.
 
Elecciones con cartas marcadas,
abrazarse al menor de los males
esperando que el gris de las nubes
inunde de luz el mañana.

Altavoces

Altavoces de silencio
vomitando verdades invisibles
con las que manchar sin conciencia
sacos llenos de mentiras
que muerden manos de hierro
hasta saciar su maldad.

Compradores de miseria
escarbando dentro del fango
donde entierran las espinas
de pasados onerosos
que se empeñan en alzarse
hasta parir mezquindad.

Estabilidad

Rumbos que aún siguen buscando las direcciones
con las que alcanzar destinos
que siempre corren más rápido.
Inquieta estabilidad
huyendo de los espejos
donde no se refleja su alma.
 
Días siguientes que al nacer ya son pasado,
manchados por la ansiedad
de una cima inexistente.
Temerosa seguridad
escondida tras las brumas
de un amanecer infinito.

Pozos

Juegos para aprender
a viajar a través de los cambios,
a avanzar sorteando los pasos
sobre dudas con filos traicioneros.
 
Horas para soñar
con insomnios claudicando,
con noches que duren lo mismo
que las angustias extraviadas.
 
Pozos para regar
la infinita sed del vacío,
el incendio que prende el anhelo
donde se evapora la libertad.

Horcas

Límites que vuelan
hasta formar horcas en el cielo
que intentan acariciar el cuello
de quienes creyeron que gritaban
a la cara del firmamento.
 
La lluvia los devuelve sucios,
tiznados de un fracaso frío
que se aferra con emponzoñadas uñas
al lento caminar de las esperanzas
perdidas en encrucijadas de espejismos.

A destiempo

Dedos mudos,
garganta maniatada,
años que corren sobre guadañas.
Recuerdos difusos,
etapas quemadas
en hogueras que no encuentran sus brasas.

Canciones huérfanas,
himnos derretidos
por el calor impaciente de la eternidad.
Brindis al viento,
mantas de silencio
recubren ataúdes traídos a destiempo.

Marco

Cada vez que mira la fotografía
el sol vuelve a despeñarse por el acantilado.
Siempre sonriente,
abstrayéndose de ese alrededor
que acabó por vetarle el aire.
 
Ahora no sabe dónde situarse.
Es inmenso el vacío
en el marco de su ausencia.
Retrato inmortal
de un dolor imperecedero.