Forzada la puerta de los corrales
por la calculada desidia
de quien detesta el rebaño
huye la tromba de su propia huida
hacia el precipicio más atractivo.
Rociado el camino con aceite hirviendo
ardiente, resbaladizo e invisible,
no se sienten ni las quemaduras ni el dolor
cuando se trata de inmolarse
en cómodos plazos.
por la calculada desidia
de quien detesta el rebaño
huye la tromba de su propia huida
hacia el precipicio más atractivo.
ardiente, resbaladizo e invisible,
no se sienten ni las quemaduras ni el dolor
cuando se trata de inmolarse
en cómodos plazos.
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