Cordeles

Deja que me empapen los truenos de tu desdicha,
fumígame con las sobras de tu rabia.
Lacérame con impulsos entre dientes,
abrásame con la llama de tu desazón,
pero jamás me hostigues con tu silencio.
 
Permite que me pringuen litros de maldiciones,
escúpeme el rencor de las últimas verdades.
Fustígame con cordeles de odio,
préndeme bajo la mecha de la decepción,
pero jamás me secuestres con tu desconfianza.

Muletas

Muletas empujadas a caminar hacia atrás
a través de caminos movedizos.
Oxidadas por reproches a destiempo
que desgarran las últimas fibras
de las que pendía la paciencia.
 
Bastones alimentados con zancadillas
por medio de yermas travesías.
Esquilmados por abrazos desdeñados
que laceran las últimas lágrimas
de las que bebía la amistad.

Repugnancia

Decepciones enquistadas
en los bordes del día siguiente
buscan refugio en los sótanos
donde guardamos la repugnancia
para que no duerma con nosotros.
 
Lamentos embarcados
como polizones inesperados
en los camarotes de nuestras espaldas,
aquellos que de tanto resistir
acabarán naufragando en la rabia.

Placidez

Cantos de sirena brotan de aquellas olas
que se convierten en grietas
en las que se quiebra la voluntad
hasta hacer naufragar la conciencia
y dejar que se ahogue con placidez.
 
Emanan el cálido abrazo
de la soledad recompensada
por alivios fatuos
que terminan por invadir las entrañas
hasta narcotizar las dudas.
 
Tormentas perversas fluyen
desde horizontes esquivos
prometiendo un barniz de dignidad
que jamás logrará recubrir
los sutiles arañazos de la pérdida.