tus cabellos
reptan por la historia.
Protectora
obligada a defenderse
de la ignominia
que la envidia creó.
Desterrada a la
eternidad,
donde vaga
pidiendo clemencia.
Protagonista de
un relato que la ira talló
en su piel con
hiel afilada.
Condenada a la
incomprensión,
llora a solas al
cobijo de la luna.
Las serpientes no
se apiadan de sus ojos
mientras danzan
despreocupadas en torno a su cerebro.
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