sábado, 26 de julio de 2014

Compañeros de viaje

Él la veía huir dejando tras de sí el ruido del desprecio inyectado en el motor. Mantuvo su mirada fija hasta que el horizonte acabó de absorber el coche. No quiso taparse los ojos ni agachar la cabeza ni darse la vuelta. Al fin y al cabo, el orgullo se había quedado para darle palmaditas en la espalda.
—No eres mal compañero —pensó—, aunque a veces no debería hacerte caso.

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