Púrpura

Vacúname frente al dolor retroactivo,
ese que rompe el pasado
en pedazos que rajan
el lienzo donde te sueño.

Esparce bien sobre mi espalda
la anestesia invisible
frente al avance frío
de recuerdos punzantes.

Soborna con tu sonrisa tibia
a las crudas madrugadas
que negaron el visado
a la púrpura esperanza.

Envíame desde el vacío
un mensaje de aire fresco
que me ayude a respirarte
cuando me asfixie tu ausencia.

Colmillos

Yacen destripadas
las palabras cuyos corazones
son rasgados con saña
por los astutos colmillos
de buitres con piel de cordero.
 
Gritan agonizantes
nombres de sólidos ídolos
cuyo ocaso inevitable
deja desguarnecidas
a decencias y dignidades.

Ocaso

No es fácil alcanzar la sabiduría
con la que se distingue el ocaso del horizonte.
Hay que tener la paciencia suficiente
como para arrimarse a la distancia justa
del borde del infinito.
 
Una vez que se está allí,
es el propio bagaje del camino
el que nos señala con lucidez
la diferencia entre los crepúsculos,
algunos ocasionales, otros perennemente inevitables.

Masas

Filas de inertes seres
alimentadas por la inercia
de la repetición obscena,
despojada de todo atisbo de honra.
 
Hordas de pieles vacías
caminando por hileras invisibles
cuyo bosquejo fue trazado
por el más hábil embaucador.
 
Masas de aires estáticos
empujadas por impulsos amorfos,
se dirigen sin dejar rastro
hacia la meta del olvido.

Letanías

Con el exceso por bandera,
portando el escudo de glorias pasadas
mecido por las mismas olas desbordadas
donde te fuiste bebiendo el naufragio.
 
Letanías por un ídolo desmadejado
que aún pierde batallas después de muerto.
El peso de cuerpo inerte descendiendo
es el mismo que impulsa al cielo tu leyenda deforme.

Cobertura

La cobertura del orgullo es muy frágil.
Una simple punzada en el lugar correcto
provoca que se rompa en tantos pedazos
como sueños infundados la forman.
 
La auténtica coraza ha de estar debajo,
escondida bajo la apariencia del aguante.
Si no fue tallada con sólidos principios
sucumbirá ante el mínimo soplido de la duda.

Frutos

Líneas rojas,
para algunos perfiladas con pinturas
fáciles de borrar.
Para otros
trazadas con ríos de sangre seca
indeleble.
 
Frutos
obtenidos sin ningún pudor
de árboles siniestros.
Engaños.
Quienes señalan al frondoso árbol
ocultan sus podridas semillas.

Candidez

La candidez nos impide avanzar.
Tropezones de ciempiés
lanzan al suelo las dos caras
de un puzle que nunca encajará.
 
La suficiencia ceba el anzuelo.
Trampas invisibles
colocadas por un pasado insomne
en los caminos que no debimos elegir.

Mendigos

Mendigos de una libertad
enclaustrada entre barreras de tiempo invisibles.
El reloj culpa al calendario
y este agacha la cabeza.
Ladrillos de semanas
y cemento de meses
para un muro de nunca jamás.

Algunos pretenden derrumbar con ira
las barreras con forma de nada
por las que se cuela la ignorancia
y se filtra la desesperación.
El segundero se torna guadaña inconsciente
que se lleva por delante en silencio
nuestros escasos ahorros de aire.

Coágulo

El espejo a su espalda
solo reflejaba coágulos disolviéndose
en medio de un antiguo imperio
de carnes prietas y huesos férreos
desmoronado en silencio como tantos otros.
 
Darse la vuelta no era una opción.
No quería ser otra cosa que aquello
que rebañaba recuerdos entre las ruinas,
tan parecido a una persona
y tan alejado de la humanidad.

Camino

Paseos que nunca celebrarán aniversarios.
Recuerdos que se desvanecen en un descuido.
Camino trazado con tiento,
arquitectura del detalle
borrada por impíos torrentes de ignorancia.

Sombras desdibujadas por luces implacables.
Soledades por las que quizá alguien preguntó.
Palabras talladas con mimo,
orfebrería natural
despreciada por toscos orgullos infames.

Charcos

Los charcos son patrias efímeras
donde las aguas turbias
realizan sus prácticas
para convertirse en lodazales.
 
Muchas veces la inconsciencia
nos lleva, descuidada, a pisarlos
sin tener en cuenta las heridas
que después provocarán nuestras huellas.

Urbes

Muros construidos con el aire derramado
que nadie pudo controlar.
Límites trazados por el dedo ciego
que derrama inconsciencia al señalar.

Habitantes de unas urbes condenadas
que se rasgan sus fronteras.
Moradores de un presente intoxicado
que se niega a caducar.

Esperanzas emigrando silenciosas
hacia corduras sin pasaporte.
Ruinas instaladas en gritos invisibles
agarrándose a pulmones abatidos.

Fortín

Respirando el aire que han escrito con veneno
esos oscuros demonios que viven surcando el cielo
invisibles ante quienes no se atreven a levantar la vista
para enfrentarse a las palabras
que definen su destino alrededor.
 
Acumulando silencio que gotea con fuerza imperturbable
esperando convertirse en el grito rabioso de nadie
rebotando entre cambiantes paredes derruidas
para tejer un fortín
que se diluye día a día.

Cuerdas

El sinuoso ejército de cuerdas
marca el camino de vía única
hacia la entrada del laberinto.
Lo que suceda allí dentro
solo será la consecuencia
de la fuerza con la que cada uno estire.
 
El control lo llevan manos
enfundadas en guantes invisibles
para sembrar huellas caprichosas.
Cuando creamos que nos hemos soltado
el sonido de su rasgueo
será el estruendo que nos contradiga.

Saldo

Enarbolan las banderas que cuelgan orgullosas
del fondo del precipicio.
Adictos a utopías de saldo
dictadas con saña
por quienes nunca salpicarán con su sudor.
 
Gritan consignas que se van borrando
entre el eco del tiempo perdido.
Leales a una causa borrosa
teñida de la avaricia
de aquellos que prometieron darlo todo por ellos.

Oblicuos

Verano sin testamento.

El horizonte se marcha con los brazos caídos
mientras la humedad aún se frota los ojos
tratando de desprenderse
de olas que nunca rompieron.

Siluetas sin dueño.
Oblicuos rayos de sol sin destino claro
buscando pieles huérfanas de tempestad
aunque solo encuentren
transparencia en su camino.

Suspiros sin secretos.
Conversaciones mutiladas por barreras sutiles
intentando hacerse entender entre la bruma
al tiempo que sus palabras
se descosen sin remedio.

Rima

Poeta sin rima,
huérfano de ritmo,
hambriento de palabras
que no acaban de llover.

Cielo a la deriva,
tierra que no crece,
sonido mudo
que no logra convencer.

Alma sin vida,
tembloroso espejismo,
esperanza difuminada
que no acaba de creer.

Desertores

Desertores de lo nimio

enjaulados entre atardeceres yermos.
Cocinamos horizontes
que no podremos digerir.

Ejecutores de lo absurdo
destinados a esperar otra galaxia.
Retratamos los desvelos
de una generación mal dibujada.

Deudores de lo obvio
peleados con un presente enloquecido.
Renunciamos a un vacío
donde al menos se podía respirar.

Verano tóxico

La costra de un verano tóxico
decora las cabañas
donde una humanidad vencida
sueña con ser tan normal
como aquel pasado que se burla
escondido tras ácidos muros.

Restos de aire sospechoso
se deslizan entre las pieles
que ya no saben defenderse
sin el escudo de un abrazo
frente a esta zafia incertidumbre
diseñada para aniquilarnos.

Escudo

Con el aliento secuestrado
¿quién alimentará la esperanza?
Caen al suelo restos de reliquias
de un futuro con forma invisible.
Se clava la punta del tiempo
en la carne temblorosa.

Con el escudo esposado
¿qué nos protegerá del silencio?
Discursos laceran las manos
que solo pedían distancia.
Arden las trizas del puente
donde se suicida la noche.

Frenazo

Las alas de mariposa

nos estrangulan en un descuido.

Absorben todo el aire que habíamos acumulado

sin pensar que en realidad solo era prestado.

Un frenazo en el giro del mundo

nos lleva de bruces contra el suelo.

La turbia monotonía

recoge los fragmentos de nuestra sorpresa.

Distancia

Distancia

como grieta que raja el corazón,

por la que se cuelan

todas las lágrimas que no debemos contener

sin que el fondo parezca apiadarse.

Distancia

entre la eternidad y el infinito,

dejándonos muy lejos de todo

y demasiado cerca

de nosotros mismos.

Mártires

Vacío lleno de porqués invisibles.

Dolor adoptando la forma de la nada.

Ausencia presente en cada punzada.

Rabia entremezclada con la respiración.

Angustia impregnando todos los segundos.

Tristeza trepando por las paredes.

Amalgama de estados incontrolables.

Hay infiernos que prenden de mechas diminutas.

Hay ángeles que son mártires para apagarlos con su luz.

Recién nacida

Te abres camino

con la fuerza de quien viene dispuesta

a vacunarnos contra la distancia,

a abrazarse a la cercanía,

a no querer intuir las sonrisas.

Te consideran recién nacida

aunque parece que tuvieras la infinita experiencia

de quien sabe aparecer cuando se le necesita

para aportar la luz que nos desinfecte para siempre

frente a todas estas inquietudes.

Rebeliones

Rebeliones incontrolables

surgidas dentro de nosotros mismos

devoran células de tiempo

con la misma voracidad

empleada por nuestra sangre

al anegar las voluntades.

Revoluciones obtusas

arrasando todo atisbo de criterio

se llevan por delante esa calma

ahorrada a base de derrotas entendidas

con la que soñábamos con estar protegidos

frente al futuro.

Insistencia

El hambre de olvido

no se sacia con la intención

sino con la superposición de descuidos

ofrecida por la infatigable rutina

después de cada amanecer.

Tarda en irse

y nunca lo hace en silencio.

Se evapora dejando un vaho

en el que los dedos de la insistencia

escriben nuestros pecados.

Viscosidad

Agobiados por la viscosidad invisible

buceamos en un cosmos transparente

tratando de alejarnos de la nada

a pesar de la lenta respuesta

del infinito.

Aturdidos por los sueños intangibles

respiramos amalgamas de silencio

filtrando cada brizna de escozor

sin saber muy bien el daño real

de nuestros actos.

Salpicaduras

Gritas, antorcha en mano,

avisando del incendio

mientras tratas de escabullirte

tras su cortina de humo.

Guía tu camino

un reguero de pólvora

como siniestra rúbrica

de tu cobardía.

Escupes errores ajenos

amparado en tu soberbia

sin querer reconocer el carácter infeccioso

de las salpicaduras de tu discurso.

Paladas

Te aseguras con tus paladas de palabras

dar sepultura a la confianza que nunca tuviste.

No te pesaron ni el dolor del velatorio

ni el silencio del cementerio.

Cavaste orgulloso, empujado por la ceguera

de quien solo mira hacia delante.

Cuando nos hayamos marchado

todo el peso de la losa caerá encima de ti.

Aunque hayas soportado al mundo sobre tus hombros

te resultará imposible sujetar el vacío que has cavado.

Diezmo

La rentabilidad que otorga

el diezmo de sangre

basta para sostener con apariencia sincera

un cúmulo de debilidades que se balancean

entre la nada y el vacío.

Aquellos que impunemente

sellaron sus ojos con vendas

antes de precipitarse con ínfulas de gallardía

por una ladera que solo prometía descenso

no estarán ahí para limpiar sus restos.

Cascarón

Siempre recordaremos las cicatrices

de las heridas causadas por el ácido filo

de los restos del cascarón.

Las lamimos sin remedio

encontrando en su salado gusto

una ansiada dulzura

que nos reconfortó de tanto daño.

Ahora que la libertad se ha desatado

jugamos a asfixiarnos

con su suave mordaza.

Nos balanceamos inconscientes

aspirando a salir indemnes

mientras el aire que nos rodea

huye de nuestras conciencias.

Bocanadas

Las dudas caminan solas,

tentando con su traicionero bastón

la forma novedosa de un entorno perenne y hosco

que se congela hasta convertir

cada paso en un desliz.

El ansía huye despavorido

sin darse cuenta de que la mascarilla

no tapa su boca sino sus ojos

mientras trata de acumular en su cerebro

bocanadas de un aire lleno de placebo.

Escrúpulos

El valor de verdad no tiene escrúpulos

ni mendiga medallas,

ni se pone adjetivos.

Brota de raíces honradas

y solo germina

en terrenos abonados con firmeza.

El único consuelo sincero

se puede encontrar hurgando

en el tacto silencioso.

Caricias que aportan agua

ante la febril frialdad

de quien no encuentra refugio.

Ventanas ciegas

La luz no consigue pasar

a través de las ventanas ciegas

en las que se escurre la paciencia

hasta enfangar ese largo camino

que recorre el callejón sin salida.

Cuando logre traspasar la paciencia

se mostrará tan deslumbrante

que hará que ardan en nuestra memoria

los almibarados recuerdos

de un pasado que no existió del todo.

Buitres

Mientras el fuego no da abasto

los buitres sobrevuelan

empachados, pero nunca saciados.

Se apresuran a colgar

en sus pechos henchidos

medallas talladas con carroña.

Cuando termine esta forzosa batalla

entre el ruido y el silencio

saldrán sus palabras a la luz.

Ojalá se contagien

de la vergüenza y la luz

de las que ahora carecen.

Cuando todo esto

Cuando todo esto pase

reconoceremos nuestro pasado

como algo verdaderamente nuestro,

tan verdadero como las heridas

donde se mezclan oxígenos limpios y sucios.

Cuando todo esto acabe

acabaremos por darnos cuenta

de todos los matices de una realidad

que se empeña en ponernos a prueba

con matices disfrazados de urgencia.

Cuando todo esto termine

terminaremos por admitir el despertar

de empujes y rabias,

de luchas y caídas

como antídoto frente a las pesadillas.

Una hora menos

Quedará una hora menos

para el abrazo que ahora rasga,

para el beso que ahora aniquila,

para la caricia que ahora fulmina.

Creemos correr contra el reloj

y él se empeña en ayudarnos.

Le gustaría que sus agujas inyectaran

la vacuna frente a nuestros miedos.

Perderemos sesenta minutos de dormir

pero ni un solo segundo de soñar.

Cierra los ojos esta noche,

que yo aguardaré al otro lado de la esperanza.

Callejón sin salida

El callejón sin salida

se convierte en la única defensa.

El encierro reequilibra la balanza

hasta librarnos de las cargas inútiles.

Eco que resuena más potente

cuanto más lejos se encuentre su lamento.

Defendámonos de prioridades inútiles

y envolvámonos en escudos de palabras.

Apreciemos la distancia

como antídoto frente a la soledad irreparable.

Contagio

Se extiende la nostalgia

mientras somos incapaces de frenar

la expansión de miradas gachas

impregnadas de insomnio,

rabia e interrogantes.

El hastío viaja libre

frente a nuestra impotencia

en el eterno esfuerzo

por encontrar una vacuna

contra la melancolía.

Puntualidad

La puntualidad no suele ser un poder común de los héroes.

Aparecen cuando les parece necesario,

pero eso no les hace infalibles.

Mientras esperamos

imaginamos la placidez de sus consecuencias

sin querer reparar en la zozobra de sus actos.

La valentía no conoce de husos horarios

ni siente angustia ante el retraso.

Sus remordimientos siempre acaban llegando tarde.

Desidia

Recibimos silenciosamente la herencia

de un cielo que se purga con desidia.

Asumimos que es maná adulterado,

lo devoramos con la fruición del inconsciente.

Vivimos cautivos en redes regurgitadas

donde se balancea con elegancia el desorden.

Cada hora nos sentimos salpicados

por dolores que no quieren ser huéspedes.

Hierba quemada

A veces la mejor cosecha

es la que se ha sembrado en el hielo.

La hierba quemada por las inclemencias

sigue siendo muy generosa,

incluso cuando la ruina está descontada

es capaz de morir durante el parto

de los frutos que nos mantienen vivos.

Monedas

Monedas que siempre caen de canto

cuando esperamos mirarlas a la cara

antes de que nos sieguen con el filo de su espalda.

Condenas rubricadas

por tibios golpes de viento

deslizados con sigilo por inviernos traicioneros.

Esfuerzos dilapidados

bajo astutas decisiones

tomadas al calor de realidades incompletas.

Batallas a medio perder

no se cansan de perseguirnos

mientras avanzamos por la senda del abismo.