Aparecen cuando
les parece necesario,
pero eso no les
hace infalibles.
Mientras
esperamos
imaginamos la placidez
de sus consecuencias
sin querer
reparar en la zozobra de sus actos.
La valentía no
conoce de husos horarios
ni siente
angustia ante el retraso.
Sus
remordimientos siempre acaban llegando tarde.