Seguramente el verdadero merecimiento se
encuentre a medio camino entre lo que consideramos merecer y lo que los demás
piensen que tenemos merecido.
Poemas y relatos publicados semanalmente. Puedes ponerte en contacto conmigo escribiendo a mighergar@gmail.com
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domingo, 31 de agosto de 2014
domingo, 17 de agosto de 2014
Paréntesis
Es muy raro ver que envuelva su sonrisa
en un paréntesis. En esta ocasión lo ha hecho para tratar de concentrarse más
en sus pesquisas, con las que intenta encontrar algunos momentos que se
conviertan en motivos para reforzar su suposición. Él la mira con esos ojos a
los que aún les queda mucho para acabar de derramarse por esa fina cara, y con
sus primarios métodos comunicativos intenta recordarle que le devolvió el balón
todas las veces que se lo lanzó, que su mano fue el cuenco de sus lágrimas
cuando se rozó con la arena del parque, que su voz cuenta los cuentos más
bonitos que la de la señora que vive en el ordenador, que sus besos de buenas
noches son como esponjitas que limpian la tristeza de su frente o que si no
acaricia más su mejilla es porque le da vergüenza no tener unas manos tan suaves
como las suyas. Ella tarda en darse cuenta, hasta que el zarandeo del tren hace
que se deshaga del paréntesis que enclaustraba su sonrisa y entienda, por fin,
lo que aquellos ojos diminutos querían decirle.
lunes, 11 de agosto de 2014
Cuello enrojecido
Ha conseguido llegar a tiempo a la
estación a pesar del tráfico, que no tiene vacaciones ni en agosto. Tras unas
vueltas y varias consultas a carteles a veces contradictorios, ha conseguido
encontrar la puerta por la que saldrá. Después de cerca de diez minutos, en los
que decenas de rostros importantes para otros se han desenfocado ante él, la ha
visto. Viene medio cojeando por el efecto de una ampolla en su pie izquierdo,
con el cuello enrojecido por el exceso de sol y unas blanquecinas tiras
delatoras del bikini. Menos pronunciadas que otras veces, sus ojeras han vuelto
con ella, algo que no parecen haber hecho las gafas de sol en vista del gesto
arrugado que trae para que no le molesten los reflejos de la recargadísima
iluminación en sus ojos. En ese punto, nada le reprime sus ganas de correr
hacia ella, quien le mira con gran extrañeza ante ese gesto. Lo que ella no
entiende es que donde otros verían una princesa, una diosa o un hada, él ve un
cuello enrojecido, unas tiras blanquecinas, unas ojeras y un gesto arrugado. Y
es lo que más le gusta en el mundo.
lunes, 4 de agosto de 2014
El ciclo del agua
No dejamos que se desparrame por el
suelo ni que la absorba la tierra sedienta. La acumulamos con ansía primitiva,
en las bolsas que el tiempo va agrandando sin piedad bajo nuestros ojos.
Sabemos que somos ella y por eso somos tan reacios a escaparnos de nosotros
mismos. Abarcamos cuanto podemos en las calas que talla el tiempo y adiestra la
vida, como si el escozor en su brote lo produjeran afilados diamantes en lugar
de la salada impotencia. Sin embargo, a pesar de toda esa lucha, la debilidad
nos recuerda de cuando en cuando que no podemos frenar el ciclo. Los ojos solo
responden a su lugar en la cadena, después de que los dientes apretados, los
puños cerrados, la garganta encogida y el corazón desbocada hayan dicho basta. Y
fluye el agua, y nos escuece, y nos reseca las mejillas, y anega nuestros
anhelos, y limpia el camino de una necesidad irrechazable, y las gotas caen… Y,
con el tiempo, reconocemos la calma que trae el olor a lluvia.
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