sábado, 5 de julio de 2014

Llagas

A veces es inevitable notar el escozor producido por las esquirlas de la inmundicia, esas que saltan desde la chatarra que alguien lija con sus torpes manos porque cree estar puliendo un diamante. Esos pequeños fragmentos se clavan y provocan un sangrado inicial desmesuradamente profuso para el verdadero tamaño del rasguño producido. La primera impresión es aterradora, sí. Sin embargo, el tiempo agradece que de cuando en cuando se produzcan esas pequeñas llagas, porque le gusta alimentarse de esas tenues cicatrices para regurgitar después el oxígeno con el que el herido respira profundamente hasta saciarse del oxígeno que le recordará, tarde o temprano, lo nimios e insignificantes que son en realidad esos cortes.

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