Ella fue la primera en atreverse a
cruzar la puerta, mientras él esperaba callado tras un segundo panel opaco. Al
cabo de un tiempo, medido por un reloj de necesidad, intercambiaron los puestos
sin mediar palabra. Cuando se sintió preparado para volver a verla sintió lo
mismo que había experimentado ella: nunca más serían los mismos, sino que
volverían a ser ellos.
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