viernes, 30 de mayo de 2014

Bisagras

Solo nos percatamos de la existencia de bisagras cuando emiten un chirrido molesto o cuando nos pillamos los dedos con ellas. Si no hay problemas, si funcionan, se vuelven invisibles mientras se encargan de cargar y regular el peso de los elementos en transición a los que están inexorablemente unidos. La falta de fluidez en su movimiento o el inconsistente encaje de sus piezas son llamadas de atención tan útiles puntualmente como vanas pasado un tiempo. El largo plazo no tiene bisagras porque es una bisagra en sí mismo. Es la más trabajadora, consistente, tenaz, silenciosa, discreta y sufrida conjunción que existe, conformada a base de manos, palabras, abrazos, lágrimas, dientes apretados, toses, temblores de frío y cabezas gachas para soportar los bruscos vaivenes a los que vive abocado el inabarcable peso de nuestra existencia.

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