En la provisión del reflejo
nos sentencia la humareda
a no vernos nunca borrosos,
palpando las imperfecciones,
degustando los vicios.
En la discreción del latido
nos perturba el incendio
hasta reconocernos,
cada vez más henchidos,
cada vez más estrechos.
En la concesión del quejido
nos arrulla el fuego
que calienta las grietas
donde muere el intento
por huir de estas celdas.
nos sentencia la humareda
a no vernos nunca borrosos,
palpando las imperfecciones,
degustando los vicios.
nos perturba el incendio
hasta reconocernos,
cada vez más henchidos,
cada vez más estrechos.
nos arrulla el fuego
que calienta las grietas
donde muere el intento
por huir de estas celdas.
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