Se evapora el valor de los esfuerzos
mimetizándose con esa niebla cruel
que se burla mientras nos ciega impunemente
cuando apenas conseguimos caminar
por veredas diseñadas por destierros.
Se intoxica la fuerza de los impulsos
con el tóxico hedor de la realidad
que nos envuelve hasta asfixiarnos vilmente
cuando casi ni logramos entender
el cociente que parió nuestra codicia.
mimetizándose con esa niebla cruel
que se burla mientras nos ciega impunemente
cuando apenas conseguimos caminar
por veredas diseñadas por destierros.
con el tóxico hedor de la realidad
que nos envuelve hasta asfixiarnos vilmente
cuando casi ni logramos entender
el cociente que parió nuestra codicia.
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