tentando
con su traicionero bastón
la
forma novedosa de un entorno perenne y hosco
que
se congela hasta convertir
cada
paso en un desliz.
El
ansía huye despavorido
sin
darse cuenta de que la mascarilla
no
tapa su boca sino sus ojos
mientras
trata de acumular en su cerebro
bocanadas
de un aire lleno de placebo.
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