lunes, 21 de abril de 2014

Al otro lado

Para sentir que debes cambiar algo en tu trabajo no hace falta que nadie te diga nada, ni siquiera hace falta intuir una mirada de reproche entre tus superiores o tus clientes. De hecho, en este caso no las hay, y puedo afirmarlo sin rubor puesto que tengo tiempo suficiente para escudriñar las inquietas pupilas de cuantos acceden a rodearme en mi jornada laboral. Mi puntualidad, mi pulcritud, mi trato y mi displicencia van más allá de lo acordado con los escrúpulos y, sin embargo, notaba que necesitaba un estímulo para aportar algo de frescura y variedad a mi rutina laboral. Nunca imaginé que un simple cambio de postura supusiera un vuelco tan abrumador. Los centenares de espaldas que he ajusticiado nunca podrán ser tan impactantes como la mirada que acabo de rebanar con el tosco filo de mi hacha.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario