me ha clavado las
espinas del insomnio
con la sublime
precisión que solo puede alcanzar
algo gestado con
calma
por el desasosiego.
El viento carga
contra la noche
pero no consigue
llevarse consigo
ni las nubes ni
mi rabia
mientras la cama
se convierte
en un potro de
tortura imposible de cabalgar.
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