para ver nuestro
reflejo en el abismo.
Nos hacen falta
amaneceres esquivos
para ir esculpiendo
razones.
Son imprescindibles
latidos rabiosos
para poder
limpiar la desidia del camino.
Es obligatorio dudar
de la luz clara
para lograr
recordarla en las oscuridades.
No podemos
sobrevivir sin angustias silenciosas
para encontrar
los discursos adecuados.
Dependemos de decepciones
controladas
para comprender
los logros invisibles.
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