Pasamos mucho tiempo decorando las olas.
Tanto que, a veces, se nos olvida ordenar
los naufragios.
Lavamos el agua y fregamos el viento
mientras el suelo se deja caer sin
remedio.
Amaneceres mugrientos, atardeceres
oxidados.
Nada está libre del desgaste
salvo el brillo de las humildes esperanzas.
salvo el brillo de las humildes esperanzas.
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