El destierro ofrece su mirada más
acogedora
en esa hora extraña
en la que las palabras se balancean boca
abajo,
columpiándose en los últimos señuelos de
la tarde
mientras, despreocupadas e inconexas,
se van barnizando con los últimos rayos de
un sol
que nunca jamás nos pertenecerá.
que nunca jamás nos pertenecerá.
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