Nos equivocamos si pensamos en las
ruinas como en un sinónimo de debilidad. Ellas lo resisten todo. Son el
recuerdo del sufrimiento que aspiramos a olvidar y, al mismo tiempo, los
cimientos que se negaron a huir tras la batalla. Aunque no lo creamos, el fracaso
siempre se apiada de nosotros. Por eso siempre nos concede el préstamo de sus
ruinas. Aprovechémoslas.
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