En el firmamento se archivan
los registros de nuestros asombros.
Los protege con fiereza
una capacidad de sorpresa
que se desangra a borbotones
en el ocaso de cada latido.
Vendrá una mañana siniestra
a pedirnos cuentas
cuando más despistados estemos.
Se derrumbarán entonces, sin hacer
ruido,
los tabiques maestros
de nuestras decisiones.
de nuestras decisiones.
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