Mi
mano siente pero no lo siente. Mi pecho descifra la circunstancia sin
comprender el contexto. Mis ojos se arrepienten mientras los dientes rebañan un
vacío atragantado. Mis pies me anclan a un tobogán inevitable. Mis oídos
intuyen cientos de voces jaleando el desastre sin la instintiva ignorancia con
la que yo, al menos, podré intentar protegerme.
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