Los que hace unos años salimos de
pequeñas ciudades en las que apenas había unas líneas de autobuses urbanos y
nos encontramos de lleno con grandes ciudades en las que el suburbano era un
compañero imprescindible pertenecemos inevitablemente a la Generación Subway. A
la Generación Metro. A la Generación U-Bahn. A ese grupo de gente que soñaba
con que la boca de metro de la estación de llegada nos exhalara con tanta
fuerza como para incrustarnos en el destino anhelado.
Con el tiempo
descubrimos que no nos exhaló, ni siquiera nos escupió ni se molestó en
vomitarnos. La boca de metro era un elemento más del entorno adornado
constantemente por voraces cambios a su alrededor, pero que era tan pétreo como
las escaleras por las que nos sumergíamos en sus desalmados intestinos. (Continuará.)
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