Combustión espontánea.
Las lágrimas se muerden la cola,
la duda sestea libre de vileza
colgada de una respuesta que muere antes
de llegar.
¿Dónde estuvo la salvedad?
No paré hasta encontrarla
ni paré cuando no lo hice.
Nadie me indicó cómo poner las manos.
Por eso tú te negaste.
No querías caricias sin manual de
instrucciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario