Tus costillas son la mansión
donde quiere empadronarse el aire.
Allí formará
una familia feliz
bajo el techo de tu sangre.
Después saldrá a pasear.
Explorará incansable
la tersura de tu aliento,
con el que saltará de la mano
sobre el colchón de tus labios.
Volará, si es preciso,
imantado a tus ojos,
para no acabar secuestrado
por el humo de desidia
exhalado por el suelo.
Cuando creas haberlo perdido,
él remontará el vuelo,
hasta colarse con esmero
en las fosas de tu arrojo
donde se cuece el silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario