Nunca pensamos que un accidente a 45
kilómetros por hora pudiera ser tan grave. ¿Quién nos iba a imaginar saliendo
disparados, antes de traspasar el umbral de la existencia? Despojados con
imprudencia de la seguridad preventiva que nos insistía en no ponernos en
marcha ni viajar siguiendo ese recorrido. Las explicaciones se pudren en el
archivo de atestados de nuestro pasado, mientras ansiamos rehabilitarnos de las
secuelas que dejó la colisión.
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