No os confundáis. No me duelen las
hinchazones, ni los pinchazos, ni los desgarros, ni los moratones ni los puntos
de sutura. Me duele la inclemencia de mis venas. Me duele que mi asco se
derrame por el suelo sin que nadie una sus manos para abarcarlo. Me duele el
triunfo de la justicia sin instrucción. Me duelen más vuestras fallidas
palabras de comprensión que los insultos que se esconden tras ellas. Y me duele
tanto la verdad que veo como la verdad que no alcanzáis a ver.
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