Nunca le interesó recibir explicaciones
más nítidas sobre lo que le ocurría. Vivía convencida de que llegaría el día en
el que, cuando menos lo esperaran, el dolor se daría la vuelta, cansado de
seguirla en su ralentizada deriva. Si algo había aprendido tras tanto
sufrimiento era que al dolor no le gusta vagar sin rumbo.
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