¿Qué pasaría si la tierra nos tragara de
repente, sin masticarnos como debería? ¿Lograríamos hacer que se atragantara y
nos escupiera de vuelta? ¿Podría digerirnos de una sola pieza, librándose de
padecer acidez o remordimiento? ¿Extraería algo de alimento de nosotros o nuestra
sabiduría jamás llegaría a colarse entre la savia que se pasea por sus
entrañas? ¿Tendría la misma piedad de nuestros huesos que la que demuestran los
ataúdes? ¿Cuánto tardaríamos en convertirnos en la ceniza de una llama
súbitamente apagada? Y, lo que es más importante, ¿nos permitiría darnos la
mano cuando todo temblara?
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