Tras
dejarlo una hora a 75 ºC, le aplicó monóxido y dióxido de carbono para que se
acabara de hacer. Dejó reposar el molde por la noche, y por la mañana se echó
dentro de él, sintiendo la inigualable caricia de la madera. Nada cura mejor
que ese fuego tan lento como interno.
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