Se pasó una hora buscando el calcetín
rojo, obsesionado por completar el ying-yang de lana que tanta suerte le había
proporcionado en anteriores entrevistas laborales a pesar de ser un color
totalmente desaconsejado por cualquier experto en recursos humanos. Cuando se
encontró en el límite del retraso optó por coger un par de calcetines negros
del desmadejado cajón y ponérselos retorcidamente antes de calzarse los zapatos
para salir disparado al coche.
En el trayecto no
pensaba en otra cosa ni se planteaba, como haría la mayoría de la gente, cuáles
podrían ser las preguntas que le harían o de qué manera debería responder para
gustar al entrevistador. Su única preocupación era el paradero del calcetín
rojo. Sería quizá el cubo de basura de una de las pensiones en las que había
pernoctado recientemente, el bolsillo de alguna mochila poco escrutada o
simplemente el estómago de un voraz tambor de lavadora. Sea como fuere, lo
importante es que no estaba en su pie izquierdo. (Porque aunque los calcetines
nacen sin apellido estos se lo habían ganado, y el extraviado era el
izquierdo.)
Al comprobar que había
llegado a la dirección prevista aparcó y se atusó el cabello y la vestimenta
antes de cruzar la puerta. Tras ella le esperaba una chica de unos veinte años
que recogió sus datos y su curriculum y le invitó a aguardar sentado. Su mirada
se fijó en el negro techo de sus pies hasta que la joven volvió para indicarle
que cruzara a la zona en la que se realizaría la entrevista. Allí le aguardaba
un hombre mayor, barrigudo y con una melena algo intermitente pero bastante
digna para su edad. Tras unas primeras preguntas sobre la idea que tenía acerca
de la empresa y sobre su motivación para desempeñar el trabajo, el
entrevistador ojeó el currículum en silencio durante unos segundos y acto
seguido su tono adquirió una mayor gravedad.
—Usted tiene varios
años de experiencia en este puesto, ¿verdad?
—Sí, así es.
—Pues lo siento pero me temo que aquí no va a adquirir
ninguno más. En este circo nunca contrataríamos a un payaso que lleve
calcetines negros.
(Publicada inicialmente en el blog de los talleres online de Playa de Ákaba)
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