Si
algo nos ha enseñado este comienzo de siglo es que al futuro se llega a través
de un presente continuo vertiginoso que marca la brecha con el pasado en
períodos cada vez más cortos. La literatura no es ajena a esa permanente
adaptación al entorno, al igual que no lo son otros canales como la televisión,
la radio, el cine, la música o los videojuegos. Como las dificultades genéricas
de estos sectores tienen bastante en común con las del sector editorial
(piratería, crisis económica, cambio en los hábitos de consumo,…), puede que
comparar los avances en su evolución sirva de referencia para intuir cuáles
deberían ser los siguientes pasos que la industria editorial podría dar si
quiere mantener una buena posición en los próximos años.
La
televisión ya no es un medio tan predominante, pero sigue manteniendo grandes
cifras de seguimiento cuando ofrece contenidos exclusivos atrayentes, sean
estos series de renombre o espectáculos deportivos. Al mismo tiempo la
diversificación de cadenas ha demostrado que existen temáticas específicas con
un buen número de seguidores. La radio mantiene la fidelidad de un público que
busca contenidos propios del canal tales como radio-fórmulas, tertulias o
retransmisiones deportivas. La industria del cine ha sabido manejar inmejorablemente
las virtudes de una buena promoción de los productos ofrecidos, mientas que la
musical ha encontrado en la interacción con los artistas la manera de suplir la
profunda caída de ventas de discos. Por su parte, los fabricantes de
videojuegos han entendido que no debían ceñirse exclusivamente a las mejoras
técnicas y han mejorado la promoción y los contenidos de los juegos para
aportar una mayor sensación de interacción a los compradores.
Encontramos
listadas aquí algunas características que escritores y editoriales deberían
tener en cuenta para mantenerse a flote ante el cambio de tendencias del
consumo cultural: aportar contenidos mayoritarios de calidad y, al mismo tiempo,
saber encontrar un hueco viable para la diversidad temática; ofrecer productos
en los que se manifieste la valía exclusiva de la obra literaria; dar mayor
importancia a la promoción y a la interacción directa entre público y artistas
y, finalmente, primar el papel del lector destacando su interacción como agente
activo durante la lectura.
Por supuesto, por encima de todas estas coordenadas formales ha de estar la calidad del contenido, puesto que ahora y siempre el objetivo de todo escritor es que sus obras dejen en sus lectores una impronta imborrable, como sucedía al final de "Fahrenheit 451", independientemente del canal empleado para leerlas.(Publicada inicialmente en el blog de los talleres online de Playa de Ákaba)
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