Antorchas

Fuego que se relame
esperando ansioso el banquete
de piel, esperanza y quejidos
tras el que poder marcharse a efectuar
la funesta digestión.

Antorchas portadas por verdugos
desnudos de toda sentencia
caminando por senderos enfangados
donde las huellas se hunden al paso
de su propia dignidad.

Daga

Dejarse rasgar la piel
por la daga que traerá la redención
empujada por brazos desconocidos
hasta inocular la fe extraviada
en caminos que mudan su disfraz.
 
Dejarse regar la sien
por brebajes elaborados con mimo
en medio de vaivenes y ladridos
hasta apagar el fuego latente
en veredas que aprendieron a pelear.

Barro

Tallada por las uñas del recuerdo
que se defienden de un silencio
harto de gritar su nombre
en noches donde la incomprensión
solo se tapa con rabia.
 
Esculpida por la mano de la ausencia
que se empeña en apretar la garganta
hasta hacerte respirar bilis
surgida de preguntas eternas
respondidas por las lágrimas.
 
Trazada por el férreo puño de la desgracia
que golpea con suerte caprichosa
hundiéndose en el barro del pecho
donde se erige el panteón invisible
en el que yace su fugaz sonrisa.

Altar

Velas que no encuentran viento
te miran a los ojos cada vez que los cierras
explicándote los porqués que nunca lograrás ver.
 
Calendario congelado,
víctima de una parálisis incurable
que os impide avanzar.
 
Grieta que no para de supurar
preguntas que escuecen en la garganta
hasta que encuentran el tibio alivio de las palabras.
 
Altar donde honrar al vacío
como muestra de permanente anhelo
por aquello que nunca estuvo.

Trilero

Trilero.
Pretendes ahogar el derrumbe
mostrándolo como dignidad,
la misma que siempre tuviste alquilada
al día siguiente.
 
Lacayo.
Tu ego inabarcable no basta
para encubrir el mar de vileza
con el que anegas sibilinamente
toda cuestión.
 
Mezquino.
Repartes semillas repletas
de agria bilis emponzoñada,
y pretendes que con ellas sembremos
tu futuro.

Rúbricas

Brazos quemados por palabras invisibles
bajo un sol al que siempre le dimos igual.
Miradas mendigando intereses dispersos,
desparramados por el yermo bulevar.
 
Rúbricas sellando el incierto contrato
que nos ata a un fracaso ocasional.
Nadie leerá los relatos que la rabia
escribe en la libreta de la soledad.
 
Mejor dejar hueco a las cortezas
que se han sabido engalanar.
Cuando se quiebren habrá mil astillas
en las que estará impresa la realidad.

Caminos circulares

Hacer descarrilar
con aire fresco y voluntad
los caminos circulares
a los que nos adhieren silenciosamente
las trampas que vamos tejiendo
entre rutinas esquivas.
 
Lograr remontar
las corrientes de agua turbia
que riegan las enredaderas
que nos atan a suelos de aspecto sólido
germinados astutamente
sobre tibias arenas movedizas.

Marejada

Demasiados mares que abordar
con apenas unas desmadejadas playas
como diques de contención
de una ola con eco engañoso.
 
Arrastraron con su fuerza, sin calcular,
los frutos de una marejada inerte
hasta devorarlos frente a quienes labraron
los campos que nacieron yermos.
 
Ahora solo hay ruinas que atesorar
en un testamento que nadie firma
porque todos están muy ocupados
redactando las siguientes fábulas.

Corrales

Forzada la puerta de los corrales
por la calculada desidia
de quien detesta el rebaño
huye la tromba de su propia huida
hacia el precipicio más atractivo.
 
Rociado el camino con aceite hirviendo
ardiente, resbaladizo e invisible,
no se sienten ni las quemaduras ni el dolor
cuando se trata de inmolarse
en cómodos plazos.

Caravanas

Viajan alzando la vista
en sus caravanas de silencio,
una detrás de otra,
reescriben la senda
trazada por huellas de olvido.

Avanzan sin un rumbo fijo
buscando oasis de tiempo
donde plantar hogares
de los que broten algún día
destinos en los que empadronarse.