se convierte en la única defensa.
El encierro reequilibra la balanza
hasta librarnos de las cargas
inútiles.
Eco que resuena más potente
cuanto más lejos se encuentre su
lamento.
Defendámonos de prioridades inútiles
y envolvámonos en escudos de
palabras.
Apreciemos la distancia
como antídoto frente a la soledad irreparable.
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