Pasto

El trazo que dibuja los grilletes opacados
nos ata sin pensarlo a postes de desidia.
La mano que siembra atajos desmadejados
no logra convencernos
para asaltar la ambición.
 
La lluvia que anega el pasto adormecido
forra de óxido al terco malestar.
El aliento que seca barros orgullosos
no consigue despegarnos
de la ficticia realidad.

Lápida

Enterré en los jardines
las púas que rasgaban las cortinas de humo,
los cristales rotos de escaparates invisibles
y las cajas donde flotaban los remordimientos.
 
Les puse una lápida
donde escribí el epitafio para la luna llena,
para tantos afanes que mató el olvido,
para muchas promesas hechas sin querer.
 
Lancé un ramo de flores
que sirviera de suelo a cuervos voraces,
de colchón a gusanos impasibles,
de refugio a ánimas desorientadas.

Barandilla

Barandilla de espinas
que nos separa de espejos ondulantes
rotos por una sutil pedrada
que nos impulsa a hundirnos en el infinito.
 
Puente de aceite
que nos desliza hacia orillas huidizas
pavimentadas con barro
que nunca tomará la forma exacta de la realidad.
 
Caminos de aire
que nos zarandean con vientos caprichosos
guiados por cometas
que morirán trepanadas por ramas marchitas.

Deformes

Adictos a hogueras que no purifican.
Esclavos de leyes que alguien trampeó.
Colgados de sueños paridos deformes.
Parientes de silencios a punto de estallar.
 
Empleados de nubes que huyen efímeras.
Aspirantes a abismos sin definir.
Tutores de odios muy bien educados.
Dueños de verdades sin moldear.
 
Dependientes de instintos desubicados.
Poseedores de vacíos bien amueblados.
Creadores de obras que nadie visita.
Compradores de anhelos desmadejados.

Biblioteca

Recogerás a toda prisa
los frutos de un imperio
que te desangró
para libar de tu mente
las sobras de una traición
cocinada a fuego lento.
 
Correrás a esconderlos
en la desvencijada biblioteca
donde se llenan de moho
las frases que te arrepentiste de decir
junto a los restos de aquellas
que no supieron escalar por tu garganta.

Vertedero

La vileza de la mugre
nos ayuda a tejer
capas con las que escondernos
de la furia pertinaz
del remordimiento.
 
Nada habrá que nos permita
sepultarla para siempre
bajo el férreo vertedero
donde duermen sin reparos
nuestros odios caducados.

Humareda

En la provisión del reflejo
nos sentencia la humareda
a no vernos nunca borrosos,
palpando las imperfecciones,
degustando los vicios.
 
En la discreción del latido
nos perturba el incendio
hasta reconocernos,
cada vez más henchidos,
cada vez más estrechos.
 
En la concesión del quejido
nos arrulla el fuego
que calienta las grietas
donde muere el intento
por huir de estas celdas.

Persianas

Rugen los silencios
desde el fondo del otro lado.
Hacen eco en mis entrañas
hasta parir truenos fatuos.
 
Se quejan los recuerdos
porque no les hice caso.
Gotean tras las persianas
que ocultan los fracasos.
 
Gruñen mil remordimientos
con sus reproches despiadados.
Se desvanecen nuestros cielos
descerrajados en pedazos.

Fosa

Escupidos al contenedor
donde jamás se reciclarán
las oportunidades acartonadas
que se fueron despellejando en las noches
en las que no supimos leer el viento.
 
Lanzados a la fosa
donde nunca trepará una esperanza
para venir a purificarnos
con la luz de los días en los que aún valía la pena
preguntarnos cómo acabaría la madrugada.

Niebla

Se evapora el valor de los esfuerzos
mimetizándose con esa niebla cruel
que se burla mientras nos ciega impunemente
cuando apenas conseguimos caminar
por veredas diseñadas por destierros.
 
Se intoxica la fuerza de los impulsos
con el tóxico hedor de la realidad
que nos envuelve hasta asfixiarnos vilmente
cuando casi ni logramos entender
el cociente que parió nuestra codicia.