viernes, 28 de marzo de 2014

Buhardilla

Quiere subir a su buhardilla pero los pitidos no dejan de sonar. Cree que ya ha dado todas las respuestas, que el volumen se debería atemperar. Sin embargo, los avisos continúan. Mira y remira la pantalla hasta que termina por despreocuparse. Si no han recibido sus señales no tardarán en hacérselo saber. La buhardilla sigue estando a unos pasos, tan lejos que por el camino siempre hay tiempo de soñar que sus paredes están hechas de poesía y que todo el mundo paga la entrada para verlas como si fueran las de un museo. Dice que no tiene casa pero la buhardilla es suya. De ella, de ellos, de sus ellas y de sus ellos y, a veces, también un poco nuestra. 

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